Taipei, tú me perteneces

Ayer después de clases nos fuimos para Shilin Night Market. Creo que es uno de los night markets más grandes en Taipei si es que no es el más grande. Ese night market queda súper cerca del lugar donde viví y daba clases las otras veces que vine a Taiwán. La última vez que estuve en ese lugar fue hace más de 11 años y no había ido esta vez que vine a Taiwán.

Fue interesante el paseo.  Al principio todos íbamos siguiendo a un pasiero porque él sabía como llegar desde la u cogiendo bus y luego metro. Cuando estábamos llegando, me emocioné porque empecé a reconocer algunas cosas que hace tiempo no veía. Sentí un poco de nostalgia. En esa parte, el metro pasa por arriba de la ciudad y puedes ver el Grand Hotel cuando vas llegando. Ese hotel es uno de los más yeyés que hay en Taiwán y quedaba justo al otro lado de la avenida donde quedaba la escuela. Lo veía cada vez que salía a pasear.

El pasiero decía que nos teníamos que bajar en una estación, pero me acordé que teníamos que bajarnos en la estación justo antes de la que él decía. La estación que yo decía es la que me quedaba más cerca de la escuela en ese tiempo y la entrada del night market queda justo en frente de una de las salidas de esa estación. Bueno, debo confesar que también me acordé porque hablando con otro pasiero de taiwanés, le comenté que quería ir y me recordó qué estación era. Yo con mi mala memoria me hubiera bajado en la misma estación que decía mi pasiero y hubiéramos tenido que caminar como bestias.

No recuerdo a detalle cada tienda y me imagino que en tantos años muchas habrán cerrado y muchas tiendas nuevas habrán abierto. Pero recordé la calle por la que siempre nos metíamos y de ahí nos metíamos a otras calles. Me acordé que hacíamos eso cada vez para no perdernos y saber por dónde regresar. Me acordé de la calle por la que nunca me metía porque siempre olía a basura, que luego supe que no era basura sino el famoso tofu hediondo. Me acordé de la esquina donde siempre compraba bebidas cuando llegábamos para irlas tomando mientras caminábamos por ahí, pero parece que ese negocio ya no está ahi. Me acordé de un restaurante japonés que me fascino la primera vez que vine a Taiwán, que para mi sorpresa sigue ahí mismo donde lo recuerdo. Me acordé una de mis primeras borracheras que terminó en ese restaurante. Me acordé que lo que más me fascinó de ese restaurante es que picaban la carne súper delgadita y cuando regresé a Panamá, picaba la carne super delgadita cuando mi papá me ponía a cocinar para que quedara parecida. Me acordé que la segunda vez que vine a Taiwán volví a ir a ese restaurante y no me pareció tan bueno, lo que no es muy sorprendente porque en realidad es una cadena de comida rápida. Me acordé de cosas que vi y jamás compré porque pensaba que estaban caras y me acordé de cosas que sí compre por capricho, pero que en realidad estaban más caras que las cosas que no compré. Me acordé de una vez que el night market estaba súper lleno y según mi hermano, un taiwanés maricón que venía caminando detrás de él le trató de agarrar la mano. La reacción de mi hermano fue mandarle este señor codazo que le reventó la nariz al pobre chino. Y bueno, esas entre muchas otras cosas que me voy acordando a medida que escribo esto…

Al final de la noche, no pude evitar acordarme de un pedacito de L’auberge espagnole, en la que Xavier acaba de llegar a Barcelona y anda perdido por la ciudad buscando el lugar donde se iba a quedar los primeros días. A medida que se ven imágenes de Xavier halando sus maletas por todos lados, se oye su voz narrando, como si estuviera recordando y echando un cuento muchos años después. La narración decía más o menos así:

“Cuando llegamos a una ciudad, vemos las calles en perspectiva. Secuencias de edificios sin ningún significado. Todo es desconocido, virgen. Después, habremos vivido en esta ciudad. Habremos caminado en sus calles. Habremos llegado al final de las perspectivas. Habremos visto todos los edificios. Habremos vivido historias con gente. Habremos vivido en esta ciudad, habremos tomado esta calle diez veces, 100 veces, 1,000 veces… Todo te pertenece porque has vivido ahí. Eso estaba a punto de pasarme, pero yo aún no lo sabía.”

Taipei, tú me perteneces. Yo ni sabía. Y tú… tú no tienes idea.