Yoga Nidra – Las cuatro puertas

Hace unos días fui a una clase de Yoga Nidra en la nos relajamos acostados en el piso y luego nos guiaron a ver cuatro puertas con diferentes cosas detrás de cada una. A continuación relato lo que vi en esa meditación.

Primera puerta: donde te muestran algo que tienes que ver

La puerta era roja y pequeña, angosta y bajita. La pintura estaba medio descascarillada. Alrededor de la puerta, estaba medio oscuro y, cuando la abrí y entré también estaba oscuro dentro de la habitación. En la habitación estaba mi niño interior, como si lo hubiera dejado ahí guardado por mucho tiempo. Se veía triste, cansado, hasta aburrido. La idea que me llegó es que lo había dejado ahí desde que mi mamá enfermó hace veintipico años. Desde entonces me he enfocado en hacer lo que hay que hacer, ser súper responsable y con dificultad me tomo momentos de ocio sin amarrarlo de alguna manera con alguna tarea. Me acerque al niño que estaba sentado en el piso y le pregunté, ¿quieres venir? Levantó los brazos, lo levanté y lo cargué con el brazo derecho como he hecho con Alejandro un montón de veces. Salí de esa habitación con el niño cargado y cerré la puerta.

Segunda puerta: donde te dicen algo que tienes que escuchar

La puerta era amarilla, el área alrededor de la puerta se veía mejor iluminada que en la primera puerta. La puerta también era más grande y la pintura se veía un poco manchada, pero no deteriorada como la primera puerta. Cuando abrí la puerta y entré, encontré un estudio con muchos libros y una mesa en el medio. Tenía una ventana grande y estaba bien iluminado. No recuerdo haber visto a nadie, pero escuché que alguien me decía “todo va a estar bien, no te preocupes.” Recuerdo haber pensado que era la voz de mi mamá, pero inmediatamente después pensé que ella murió hace tanto tiempo que ya no recuerdo su voz. Talvez era su voz, talvez no, pero me dio una sensación de tranquilidad. Salí de esa habitación, todavía con el niño cargado, y cerré la puerta.

Tercera puerta: donde te dan un regalo

Esta puerta tenía la silueta de una nube y estaba pintada de color turquesa. Alrededor estaba aún más iluminado que en las dos puertas anteriores. Cuando entré, encontré un estudio parecido al anterior, pero era de noche y estaba iluminado con velas. Alguien me entregó un libro muy viejo; la cubierta era de cuero y las páginas estaban amarillas. La persona que me lo entregó me dijo que el libro contiene la historia de mi familia y que era mío para hacer con él lo que quisiera. También me dijo que lo que ya está escrito no se puede cambiar, pero si no fuera por el pasado, yo no estaría aquí ni mis hijos tampoco. Lo que se escriba ahora en ese libro es mi decisión. Del pasado, puedo continuar con las tradiciones que me gustan y dejar atrás las que no. Además, puedo añadir cualquier cosa nueva que me plazca. Lo he hecho bien con mi lado paterno, pero con mi lado materno, no tanto. Es como si todos estos años, desde que murió mi mamá, he estado pretendiendo que esa parte de la historia no existe y no tiene continuidad. Salí de esa habitación con mi niño interior cargado en un brazo y el libro en el otro.

Cuarta puerta: donde sales a tu liberación

Esta puerta se veía más como una puerta normalita, de madera natural con barniz. Esta puerta estaba aún más iluminada que las otras tres puertas. Cuando abrí la puerta, vi un jardín muy bonito, con muchos árboles y flores; me recordó Fiddler’s Green. A medida que iba caminando por el parque, me llegó la idea de que tengo que integrar las cosas que recibí en las otras tres puertas. Tengo que incluir más a mi niño interior, acordarme de jugar y confiar en que todo va a estar bien. No es necesario estar permanentemente en modo tarea, tratando de controlar todo para así asegurarme de que todo va a estar bien. Y con eso en mente, puedo continuar con la historia familiar como mejor me parezca. Puedo volver a Antón con los niños, pero no para cumplir con nadie que aún vive allá, sino para mostrarles a Alejandro y a Gaby parte de su propia historia familiar, de dónde vienen y siempre teniendo en mente que participamos únicamente en lo que nos gusta y nos parece apropiado.


Curiosamente, al día siguiente después de la meditación, nos reunimos como todos los fines de semana en casa de mi papá. Yhani acababa de regresar de un viaje por la India y nos trajo de regalo un cuaderno que tiene la cubierta de cuero y las páginas amarillas. Es un cuaderno nuevo con las páginas en blanco, pero me llamó la atención lo parecido que es al libro que me entregaron en la tercera puerta.